miércoles, 19 de septiembre de 2007

De turismo entre las tumbas de La Almudena

Las tumbas de Lola y Antonio Flores son las más visitadas

La tumba de Jim Morrison, en el cementerio Père-Lachaise de París, suele congregar a multitud de sus seguidores, para desesperación de los conservadores del cementerio. Y es que hay muchas ciudades que, como París, promueven la visita a sus cementerios como atracción turística. No es el caso de Madrid, donde la gente, por lo general, desconoce las tumbas o los monumentos de sus camposantos. ¿Podría promocionar Madrid la visita a sus cementerios?

En cuestión de personajes, las tumbas madrileñas son muy castizas. Por ejemplo, el equivalente a la tumba de Jim Morrison podría ser la de Lola Flores, en el cementerio de La Almudena, que recibe visitas y dedicatorias frecuentes de sus seguidores. A su lado se encuentra también la tumba de su hijo Antonio. Un par de estatuas homenajean a ambos. Otra de las estatuas más llamativas de La Almudena es la del torero 'El Yiyo', muerto en 1985 en la plaza de toros de Colmenar por la cogida de un toro.

Otro de los personajes famosos enterrados en dicho cementerio es Jesús Gil, ex presidente del Atlético de Madrid y ex alcalde de Marbella. A pesar de la ostentosidad de la que hacía gala en vida, el panteón de su familia es muy sobrio, y carece de grandes escudos del Atlético o reproducciones de la fuente de Neptuno. Entre las tumbas de personajes famosos también se encuentran las de Enrique Urquijo, Tierno Galván, El Fary o Francisco Umbral.

Pero en Madrid existen otros cementerios más modestos. Por ejemplo, el cementerio hebreo, situado en la carretera de Vicálvaro, o el cementerio anglicano, en el distrito de Carabanchel. En este último está enterrado el fundador del emblemático restaurante Lhardy. Hasta el momento se desconoce la existencia de alguna procesión desde el restaurante hasta la tumba para honrar sus célebres caldos y croquetas.

El retrato más completo de cementerios madrileños se encuentra en Cementerios de Madrid. Memoria sepulcral de la ciudad, obra de Miguel Álvarez. El autor certifica la dificultad de escribir sobre cementerios: "Algunos amigos me devolvieron el libro cuando se lo regalé, porque no les gusta mucho el tema". Álvarez también reconoce el declive de los cementerios, por el elevado precio de las tumbas y por el aumento de incineraciones. Desde luego, él se apunta a esta última tendencia: "¡A mí, que me incineren!". Este especialista en cementerios reconoce que la muerte no hace iguales a pobres y ricos, como suele decirse: "Sólo hay que mirar las diferencias entre las tumbas más modestas y los ostentosos mausoleos de los ricos".

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